DEDICADO A
Y, de repente, un día te sientes mayor. Pueden ser los 40, la crisis, una enfermedad, o todo a la vez. Entonces repasas tus recuerdos, tus vivencias, tus experiencias y descubres como las pequeñas cosas son las más grandes. Decides avanzar un poco más en tu trayectoria personal y compartir tu “optimismo” y tus “inspiraciones” a través de un blog. Así nace Eva del Ruste 100% actitud.
Y ¿Por qué 100% actitud? Muy sencillo. Me he dado cuenta de la enorme influencia que tienen las actitudes de las personas que te rodean, especialmente cuando eres niño, y las que posteriormente adoptas tú. Por eso este blog se lo dedico a mi madre y cuento tres vivencias que, con los años, me han demostrado tener un gran valor. Ella hizo que viviésemos la enfermedad de papá con naturalidad. Para ello nos sacaba de nuestra realidad a través de la imaginación, el esfuerzo y la creatividad algo por lo que siempre le estaré eternamente agradecida.
Mamá era chófer, enfermera, madre, hija, carpintera, pintora, casi casi fontanera, casi casi electricista… y todo eso con pendientes, ojos pintados y una gran sonrisa. Esa manera tan suya de hacer las cosas, sin molestar a nadie, sin llamar la atención, hacía que frases llenas de optimismo como “ya verás como tu madre puede “, “lo ves, lo ves…” o “ hace más el que quiere, que el que puede…” no te dejasen indiferente. Esa manera de enseñar tan efectiva y tan elegante, siempre la he tenido muy presente.
Mamá tenía un arte especial para el restyling o lo que yo conozco como “sacar tres pelos a una calavera…” Tuneaba y convertía en originales y absolutamente personales ropa y complementos que caían en sus manos o que ella misma descubría en algún mercadillo o baúl familiar. Por eso hoy, términos tan de moda como vintage, upcycling, segunda mano, o mezclar nuevo, viejo, bueno, malo y regular, me resultan de lo más normal. Siempre me ha fascinado buscar esas “joyas“, como a ella, y darles una segunda o tercera, oportunidad. Eso ayuda mucho a la hora de crear un estilo y tener personalidad.
Mamá dormía pocas horas y, fruto de ese insomnio, en casa los cojines crecían como setas… Un día te levantabas y por arte de magia ¡¡tachaaaán!! la cocina antes blanca era azul y lo mejor de todo, los complementos ¡también lo eran!. Esos desayunos cargados de sorpresas en los que moviendo cuatro cosas y pintando otras dos conseguía transformar la casa, me llenaban de orgullo y admiración. Años más tarde los recordaba trabajando como Estilista de Decoración y me reía pensando en mis y sus ”antes y después”. Esos “antes y después” tan auténticos e inspiradores que lo fueron, sin duda, por la mezcla de improvisación y pasión que ella ponía.
Hoy sabemos que papá no tenía esclerosis múltiple, que Diego, tu nieto, mi sobrino, no murió por un infarto y que tu intuición de madre te hacía preveer que algo no iba bien con Ana. Por eso Ana, este post también es para ti. Perdóname por pensar que tu apatía, ese sueño diurno, ese abatimiento general, te hacía ser diferente a nosotros… Hoy entendemos que ese comportamiento tiene un nombre: Distrofia Muscular Miotónica de Steinert, una de esas siete mil enfermedades que llaman “raras”. Dicen que es crónica, degenerativa, que se transmite de generación en generación y para la que hoy no hay solución…
Ana, sabes que siempre he visto el vaso medio lleno, qué digo medio lleno, ¡a rebosar!, soy una persona muy optimista, no ilusa o que no sabe afrontar la realidad. Por eso, y porque creo en nuestra fuerza interior, te digo que en la mente no hay músculos que pueda debilitar Steinert, pero, si los hubiera, piensa que no estás sola y que tu actitud es fundamental.
Nunca olvides que en nuestro ADN también viaja el 100% de actitud!!!
Imagen by Macrina Busato 2012
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